29 mayo 2011

Marta

Encima de la estrecha calle se extendía un cielo infinito en cual nadaban las estrellas, bailando con la luna, ajenas a la crueldad de la historia que más abajo, en la Tierra, en ese mismo callejón, iba a ocurrir. Subía la calle ligeramente inclinada una mujer, debía alcanzar ya la treintena, vestía unos zapatos fucsia, una minifalda rosa y unas medias azul celeste; su camisa era sin mangas y de color verde; lucía un pelo corto y rizado. Estaba llegando al final de la calle, en la esquina una mujer esperaba firme alguna cosa. La mujer pasó por delante de la chica de la esquina, percatándose de que era un prostituta, y le brindó una distinguida mirada de desprecio y asco. La malvestida mujer prosiguió su camino, manteniendo el rumbo fijo, con sus andares provocativos. Más atrás quedó la prostituta. Era una mujer joven, de unos 33 años. Iba vestida provocadoramente. Su cara era una  hermosa bandera de japón, su cara emblanquecida por polvos de talco y sus labios rojos, rojos como la sangre, sangre que aceleraba su velocidad de circulación a medida que a ella se acercaba un hombre.
El tiempo no pasaba en el asiento trasero de ese cutre coche. Ella le hacía una felación a su cliente con suma profesionalidad, sin embargo, su mente no estaba allí, su mente recordaba los días en los cuales era una niña soñadora, con ilusión, futuro y objetivos en la vida. Su vida se desplazaba por una recta ascendente pero un día, sus padres murieron. Ella quedó en manos de su tío Galindo, o como el se autodenominaba, hijo de la patria y leal defensor del generalísimo Francisco Franco. Más de una paliza le costó mostrar sus ideas que, según su tío, eran propias de quemaconventos, comunistas y terroristas. Un día se escapó para ir a ninguna parte. Desde los 17 años se dedicó a coger experiencia como prostituta. Para comer algo decente primero debía comer lo indecente. A menudo solía subir a la montaña y construir ciudades a las hormigas, eso le hacía creer que controlaba algo de su vida. Hacía todo lo posible para salir de esa espiral que estaba destruyendo su vida, pero cada vez que conseguía algo, el vodka de tres euros de Mercadona destruía su vida de nuevo. Y allí estaba de nuevo, en la calle, sentada en una esquina; la gente la mira, la ignora; muchos la desprecian; es una persona que muere poco a poco y fracasa; la Luna llora.

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" De la gracia creada por el roce de la rosa,
surge esta historia"


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25 mayo 2011

Soldados

Bajo el cielo las nubes grises pronosticaban un momento difícil. Era nubes densas y duras, sin piedad, con fuerza arrojaban sus lágrimas. Quizás las nubes no eran lo que decían en colegio, quizás no estaban compuestas de agua, partículas y gases, sino que eran almas que subían y se quedaban ahí, viendo el mundo en el que han vivido y en el que nunca más disfrutarán. Pero eso eran muchas suposiciones para hacerse entre metralla, balas y granadas. En una pequeña trinchera se encontraban dos soldaditos, valientes y duros. Atacaban y injuriaban con tesón y firmeza a los humanos enemigos. Su situación se mostró insostenible; tras un ataque enemigo se resguardaron en la trinchera. Sus respiraciones estaban aceleradas, la suciedad cubría sus caras y la tristeza de sentir el aliento de la Muerte en la nuca.
-Que poco nos queda -dijo con tono pesimista Pau.
-Sí -contestó tristemente Jordi.- ¿Recuerdas esos días por las calles de Valencia? ¿Nuestros besos, caricias y desos imposibles? Que grande era todo entonces, cuando el cielo era azul y el sol nos bronceaba en la Malvarosa; cuando nos sentábamos en un banco a comer pipas bajo el sol mediterráneo...
-Como no voy a recordar lo más feliz de mi vida...
El momento unió a los dos amantes en un beso sincero, duró apenas segundos pero entre las balas, la lluvia y el fuego pareció toda una eternidad.
No quiero que mueras -afirmó Pau.- Correré hacia los soldados y tu podrás huir mientras los distraigo.
-No podría vivir así.
-Debes hacerlo por mí, nos reuniremos en el cielo.
-Maldito inocente, ¿crees que Dios nos dejará entrar en el cielo? -ironizó Jordi.
-No te preocupes, haremos del infierno nuestro cielo.
Acto seguido Pau saltó de la trinchera y corrió hacia el bando enemigo, sin temor y convencido de lo que hacía. Las balas no tardaron en abrir las primeras brechas en su piel, hasta que tras 9 agujeros en su cuerpo, cayó. Mientras moría dibujó una sonrisa en su cara y dijo, te quiero, corre, haremos del infierno nuestro cielo. Tras pocos segundos murió. Metros atrás, en la trinchera, yacía el cuerpo de Jordi, muerto, muerto desde antes de que muriera Pau.
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24 mayo 2011

Desengaño de un cristiano

Había una vez en la Tierra un cristiano educado, bondadoso y amante del prójimo. Aunque creía en Dios era un hombre sabio. Durante su estancia en la Tierra fue la persona más educada, respetuosa y fiel a su dios del mundo. Rezaba todos los días, ayudaba a los demás y evitaba caer en las tentaciones; no bebía, no se drogaba, ni siquiera caía en la tentación más cristiana, es decir,  respetaba a los menores.
Llegó el día en el que murió, en su agonía post-mortem estaba muy tranquilo, pues sabía que iba a reunirse con Dios. Su mano perdía las fuerzas, su vista comenzó a nublarse, las primeras lágrimas llovían desde los ojos de la monja que delicadamente sostenía su mano, cayeron sus párpados, se cerraron las persianas de su vida. Su alma comenzó a separarse de su cuerpo, emprendió una suave subida entre pajaritos y nubes. Las puertas del cielo eran grandes y envueltas en un gigantesco arcoiris, arcoiris de solamente tres colores para evitar confusiones con la bandera homosexual, Dios está a la última. Para sorpresa del buen hombre, cuando llamó a las puertas del cielo nadie respondió, así que entró cuidadosamente. Recorrió los largos pasillos del palacio celestial pero no encontró nada ni nadie. Bueno, sí encontró algo, en una enorme habitación había una nevera con una nota pegada, en ella decía: "Bienvenido al cielo, ya hemos visto todas las películas de exorcismos, así que aquí arriba nos aburrimos. Para que te sientas como en la Tierra hemos hecho coalición con Satán, ahora nosotros nos encargamos de las torturas, por la experiencia y eso... Píllate unas birras y ven al inframundo, en el aburrido cielo ya no queda ni Dios."


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21 mayo 2011

Nuestra sociedad

Y de un pueblo consciente y que aprende
nacen los hombres del mañana,
con nuevos valores y lealtad,
nuestra bandera, la libertad.

Y todos juntos a una voz,
todos juntos, amigos, gritamos,
por la justicia bajo valores actuamos,
como en Francia, liberté, egalité, fraternité.

Antes moriremos en la justicia
que viviremos en la corrupción.

Si una cosa está clara es
que sin dudarlo, en la bandera llevaremos:
siempre libres, siempre juntos,
con respeto y libertad, reinaremos.

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18 mayo 2011

Un regalo marciano

-¡Papá, papá! -gritaba el pequeño marciano efusivamente-. ¿Qué regalo me has traído de tu viaje?
-Hijo mío, no fui de viaje a la Tierra por diversión, tuve trabajo y no tuve demasiado tiempo libre para ir de compras, -dijo sin sentenciar- sin embargo, conseguí hacerme un hueco para traerle algo a mi precioso chiquitín.
La cara que en la primera parte de la oración había palidecido recobró su color con más ilusión y fuerza que anteriormente.
-Venga papá, ¡dámelo!- suplicó nerviosamente.
Está bien -respondió mientras hacía un gesto a su robot para que le trajera el regalo.
El pequeño pero fuerte robot salió por la puerta y en pocos segundos ya estaba entrando por la puerta con una enorme caja el sus metálicos brazos. La casa era grande, sin distinción de habitaciones, solamente cuatro paredes de un material semejante a la madera en color pero de la dureza del metal. Las paredes se alzaban hasta los 3 metros y desde ese momento cambiaban su forma curvándose hacia dentro hasta que se unían las cuatro paredes semejándose a la forma de una flor cerrada.
El marcianito cogió el pomo de la caja y tiró de él con fuerza. Se levanto polvo procedente del interior de la caja, polvo que fue inmediatamente desintegrado por un insecto volador y diminuto que destrozó la nube de polvo mediante rayos rojos y verdes. En el fondo de la oscura caja algo se movía, la oscuridad no permitía ver del todo que ser se encontraba en su interior hasta que el espécimen salió de la caja. Era un ser de un metro 80 apróximadamente. Estaba totalmente desnudo, su piel era blanca como la arena de la playa de la sexta galaxia, su cabello era negro como la el sol nocturno de Júpiter, caminaba erguido, sus piernas eran largas y sus labios finos y de un color rojizo. Los labios de dicho animal se abrieron y dijo:
-No se puede tratar así a un ser humano, no hay derecho -dijo tristemente el animal-.
-¡Si además canta con un alegre sonido! Me encanta el regalo papa.
-Todo es poco para mi hijo. Los había negritos, con los ojos cerraditos, grandes, pequeños, con distintos tipos de pelo con diferente color. Pero finalmente traje este.
-Gracias, te quiero, papá.
Y desde ese momento, la familia marciana vivió más unida y feliz que nunca. Pronto enseñaron al bichejo a comer las sobras de la familia y a jugar con el marcianito sin hacerle daño. La única pega fue que con el tiempo se cansó de cantar, solamente sudaba por los ojos de vez en cuando, pero el pequeño marciano lo quiso igual.

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13 mayo 2011

Realidad

Era la típica tarde de primavera. Los niños corrían por el parque que hay cercano en mi casa mientras sus voces infantiles y chillonas se colaban por la ventana hasta que llegaban a mis oídos frases como tú la puertas, eso no vale o se lo voy a decir a tu mamá. Mientras esto sucedía en el exterior, en mi casa yo entré a la ducha. Hacía calor, puse el agua lo más caliente que mi piel pudo soportar, me encanta el agua caliente, a pesar del calor primaveral. Las gotas empezaron a salir en forma de agujas líquidas que se estrellaban fugazmente contra mi espalda; envidio absolutamente a esas gotas, nacen débiles, tienen una vida fuerte pero efímera, sin llegar a conocer los fondos de cloaca que tiene esta vida, y acaban estrellándose, muriendo rápidamente, y una vez muertas sin dolor alguno se vuelven nuevamente débiles y sus cadáveres se unen en mi espalda hasta que van cayendo, deslizándose hasta que llegan a su tumba circular. El baño empezaba a llenarse del agradable vapor de agua, ese vapor que sube lentamente, te aísla del mundo y te trae a esa nube donde tan fácil es pensar. Cierro los ojos, las gotas acarician y miman mis párpados, mente y cuerpo se separan, paz absoluta. De repente un ruido estorbó mi estado de paz; abrí los ojos y a través del vapor conseguí divisar la puerta, cerrada, yo lo había dejado abierta. Se sucedían los ruidos, avancé hacia la puerta, pensé, temí, respiré, no parpadee y entonces, estaba ante la puerta. Nunca había recordado la puerta tan grande robusta y a la vez débil y perfectamente atravesable. Tenía miedo. Apoyé mi cabeza entre el marco, suspiré por la pequeña separación entre el marco y la puerta, alguien parece contestarme del otro lado con otro respiro. Finalmente me armé de un falso valor, valor que no estaba ni en mí ni en el baño, y abrí la puerta lentamente como si esperará que de un momento a otro una fuerza infinita y sobrenatural acabará brutalmente con mi vida, pero no fue así. Solamente había vacío, vacío y la iluminada oscuridad que lanzan las persianas; ya no habían gritos infantiles, añoraba los gritos del tú la puertas, me hacían sentir a salvo. Avancé con cautela y desconfiado hacia mi habitación, a paso, sin prisa, y cuando llegué un viejo estaba sentado en el centro de mi habitación. Una extraña luz dorada iluminaba la habitación. El viejo era un hombre perfectamente afeitado, vestido con un fin y elegante vestido negro con una corbata habitada. Sus zapatos relucían como un espejo. 
Sus labios se abrieron y empezó a hablar.
Bienvenido en el mundo real, el mundo de los sueños te tiene absorbido, ya nunca te pasas por aquí -dijo tranquilamente.
Te conozco? -pregunté con una sensación de ya conocer a ese señor.
Siempre igual, te haré la habitual charla -dijo cargándose de paciencia- Eras un nahumeno, somos nahumenos. Tú sufres una enfermedad que te impide recordar tus regresos en el mundo real, sin embargo, recuerdas con total realidad tus sueños, por eso creas que eres un humano.
Quería negar esa explicación pero los argumentos del octogenario no me resultaron extraños, sino que los asimilé.
Y existe solución para mi enfermedad? - pregunté.
Lo estamos investigando, ahora me tengo que ir, volveremos a hablar -sentenció el viejo.
Parpadeo y el agua continuaba con sus intentos de agujerear mi piel. Salí de la ducha, me sequé y salí por la puerta, abierta. Al pasillo las voces de los niños se abrían entre el viento. Todo va volver a la normalidad, exceptuando que ahora recuerdo mi historia. Algo tiene que ir mal, quizás hayan encontrado cura para mi enfermedad -me dije.
Desde ese momento repetí esa ducha millones a veces con la esperanza de volver a mi vida, pero nunca ocurrió. Ahora solamente puedo ser un solitario nahumeno en un mundo de humanos.
Después de la historia el señor de la bata blanca asintió y me dijo: Tranquilo, volverás. Me dio una pastilla y me devolvió a mi blanca, vacía y blanda habitación donde me dicen que algún día volverá ese viejo señor. Todavía albergo la esperanza, no estoy molesto, sólo echo de menos una camisa de mi talla, esta que me dijeron que llevan los nahumenos no me deja mover los brazos.


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08 mayo 2011

Recuerdos del silencio

El cielo estaba negro pero lo que entristecía el día era el silencio; el mar negro y bravo chocaba ferozmente contra las rocas de la costa, pero lo que destrozaba el día era el silencio. ¿Dónde quedaron los días en los que había sueños y ilusiones? No lo recordaba, ni siquiera recordaba que había cenado el día anterior, solo recordaba el silencio. A la luz de la luna la gente normal dormía, pero él no podía cerrar los ojos. Ella lo abandonó y se llevó sus párpados para que la recordara por siempre jamás, pero él no la recordaba, solo recordaba el silencio. Era un silencio transparente, mudo, de estos silencios que te llenan de tristeza, tristeza que te cala en los huesos, como el frío de la noche del Mediterráneo; así era su silencio.
¿Dónde quedaron los días en los que la fama habitaba en sus excelentes obras? No lo recordaba. Ahora solo mojaba su pluma en el tintero, sí, era así de arcaico, y se disponía a escribir las últimas palabras de su carrera, carrera que es su vida, porque después solamente observaría como llora el cielo y como se enfada el mar. Cogió su libreta y empezó a escribir, y decía así...
...El cielo estaba negro, pero...


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06 mayo 2011

Un viaje a la Tierra

Y la Luna se abrió. De ella surgió lo más bonito que los ojos de un ser humano han podido ver. Todo cambió desde ese momento. Los años no pasaron del 2020, los calendarios ya no tenían importancia; el cielo brillaba con un azul de pureza semejante al blanco; las nubes eran esponjosas como el colchón más agradable del mundo; el agua corría más rauda y limpia que nunca; las guerras terminaron; ya nadie lloraba; todos sucumbieron a la belleza del interior de la Luna.
Un día de un mes de un año posterior al 2020, en las orillas de una hermosa playa, aterrizó una nave procedente de Júpiter. De ella desembarcó Larvec, presidente de Júpiter, el planeta del cual cuando se abrió surgió el resto del universo. Vino a observar a estas criaturas ante las cuales la Luna, la maravilla más preciada por el resto de los planetas, se habia abierto. No comprendía porque se había abierto ante estos seres y no ante Júpiter, el planeta más grande; Marte, donde habitan los más hábiles guerreros del universo; Neptuno, el planeta que manda sobre todos los océanos o Venus, el planeta más bello que nunca ha existido.
Durante su estancia en la Tierra vió que todos se llevaban bien gracias a la magia de la Luna. Las peleas no existían, se bastaban sin partidos políticos y sin policía, todos cumplían las reglas, todos trabajaban para todos y nadie era egoísta. Al ver esto Larvec se dió cuenta de lo que sucedía y organizó un congreso interplanetario para comunicar a los países el porque de la apertura de la Luna a los humanos.
-Amigos -comenzó su discurso Larvec- Os he reunido para responder a la cuestión que más os ha inquietado desde hace mucho. En mi viaje a la Tierra he apreciado la perfección, son los seres más espléndidos que he visto, todo esto por el efecto de la Luna claro. Me paré a reflexionar y pensé porque se le otorgó este enorme privilegio a una raza cruel, egoísta, mezquina, deleznable, interesada... Y ya lo tengo claro, la Luna es sabia. No es un privilegio, sino un castigo. Tras observar su actitud vi a los seres más aburridos del universo, su perfección es más soporífera que el propio discurso del rey de ese país terrícola llamado España. ¡Por Júpiter! Si tienen hasta una cantidad limitada de alcohol que pueden ingerir, las parejas están felizmente casadas, ¡casadas! Pasan toda la vida junto a la misma mujer. Eso es amigos, la mediocridad de esa raza les ha condenado a la perfección. Rezemos y seamos simplemente correctos, que mejores son millones de años siendo rigurosamente correctos, que no perfectos, que unos cuantos millones de desfase y estar condenados el resto de la existencia a la perfección.

03 mayo 2011

Historia de una vida perdida (1 de 7 partes)

Sigue muriendo a ritmo de procesión, poco a poco, alargando el sufrimiento lo máximo posible. La primera herida está en su gemelo izquierdo. Esta herida cuenta la primera historia, que dice...
...Era yo un niño inocente, ignorante, féliz. Corría por los campos que se sucedían bajo mis pies. Era una parte más de la naturaleza, ella me amaba y yo a ella también. Pero algo sucedió, algo que no me dejó continuar siendo niño, algo que me arrojó a la dura vida sin tener en cuenta mi condición de infante de 6 años.
Un día de agosto, de esos en los que no hay colegio, iba yo vestido con mis pantaloncitos cortos y mi camiseta roja con dibujos de mi personaje animado preferido. De repente, un coche se situó a mi lado y me dijo que si me gustaban los caramelos, a lo que yo dije que sí efusivamente, me encantaban los caramelos. Subí a su coche y me llevó a una cabaña ruinosa situada a las afueras. Al entrar a su casa me cogió y me arrojó a un colchón situado en el suelo. Asustado y confuso le dije que me tenía que ir pero me dijo que esperara, que cuando me diera el caramelo me podría ir. Me obligó a hacerle una felación al ritmo que él marcaba, en el momento que paraba me propinaba puñetazos. Cuando me ordenó parar no fue para que me fuera. Me cogió de las caderas y me puso boca arriba, con mis pequeñas piernas abiertas y poco a poco introdujo su pene en mi ano. Me dolía, lloré, supliqué, rogué, le maldije infantilmente. Mientras tanto él reía y gozaba, su placer se disparaba, notaba su respiración y sus pulsaciones cada vez más aceleradas. Finalmente eyaculó dentro de mí. Me llevó a un solar cercano a mi casa donde apenas pasaba gente y me dejó allí. Cuando mis padres me encontraron lloraron y blasfemaron ante ese dios que tan bonito mundo ha creado. Nunca volvió a ser lo mismo, mis padres nunca me trataron igual, quizás en parte, porque a partir de ese momento nunca volví a ser el mismo, ya no me gustaban los caramelos.